La derrota militar de Napoleón en Egipto supuso una victoria para la historia

Cuando Napoleón invadió Egipto en 1798, trajo consigo un «ejército» de eruditos, cuyos estudios sobre esta antigua cultura se convirtieron en la base de la egiptología.

A finales del siglo XVIII, Francia quería conquistar Egipto. En guerra con Gran Bretaña, Francia buscaba interrumpir el dominio de su enemigo sobre los mares y sus rutas comerciales con la India; tomar el control de Egipto daría a Francia un punto de apoyo para expandirse en el Mediterráneo. Un ambicioso general corso, Napoleón Bonaparte, recibió el mando de la misión. Ya conocido por sus campañas en Italia, Napoleón dirigió las fuerzas francesas a Egipto en 1798 para luchar contra los gobernantes locales. Conocidos como los mamelucos, controlaban el territorio norteafricano, que entonces formaba parte del Imperio Otomano.

Aunque el objetivo principal de la expedición era marcial, tenía un propósito secundario: recoger información científica e histórica sobre Egipto, que muchos en Francia creían que era una civilización antigua equivalente a la Grecia y la Roma clásicas. Junto con 35.000 soldados, más de 160 eruditos y artistas viajaron a Egipto en 1798. Conocida oficialmente como la Comisión de las Ciencias y las Artes de Egipto, este grupo acabaría haciendo una mayor contribución a la historia que las fuerzas de combate francesas. Su minucioso trabajo, realizado a lo largo de muchos años, daría origen al campo de la egiptología en Europa y revelaría al mundo la historia de la gran civilización que había gobernado a lo largo del Nilo durante milenios.

Soldados y estudiosos

A principios de julio de 1798, la flota francesa desembarcó cerca de Alejandría y la capturó fácilmente. Las tropas francesas avanzaron sobre El Cairo y tomaron la ciudad el 21 de julio, tras ganar la Batalla de las Pirámides, también llamada Batalla de Embabeh. A pesar de estas victorias iniciales, la misión militar empezó a flaquear. Francia no tenía suficientes hombres para establecer guarniciones suficientes, lo que limitaba su presencia militar a la capital y a ciertas zonas del Delta del Nilo. Las fuerzas navales británicas estaban al acecho en el Mediterráneo y lograron hundir la flota francesa estacionada frente a la costa de Egipto en agosto. Napoleón y sus fuerzas quedaron efectivamente varados. Las campañas terrestres continuaron con cierto éxito, pero Napoleón también tuvo que reprimir las revueltas locales y las pérdidas de hombres no sólo por la batalla sino también por las enfermedades.

En 1799, Bonaparte decidió que Egipto ya no le interesaba y regresó a Francia, dejando a sus hombres bajo el mando del general Jean-Baptiste Kléber. Kléber obtuvo algunas victorias antes de morir en junio de 1800. Su sucesor, el general Jacques-François de Menou, se enfrentó a insurrecciones en El Cairo y a ataques de los británicos que finalmente le obligaron a firmar una capitulación en Alejandría en septiembre de 1801. Todas las tropas francesas pudieron ser evacuadas a Europa.

Éxitos científicos

En marcado contraste con el fracaso de la misión militar, la expedición científica tuvo un enorme éxito. Dirigida por dos veteranos eruditos -el matemático Gaspard Monge y el químico Claude-Louis Berthollet (ambos sirvieron con Napoleón en Italia)-, sus numerosos participantes se encontraban al principio de sus carreras. En agosto de 1798 se organizó formalmente el Instituto de Egipto en El Cairo; Monge fue elegido su presidente, y Napoleón, vicepresidente. El instituto se organizó en cuatro secciones: matemáticas, literatura y bellas artes, historia natural y física, y economía política. El acta de fundación del instituto establecía que no sólo debía investigar la naturaleza, la economía y la historia de Egipto, sino también contribuir a la promoción de los principios de la Ilustración en Egipto y ayudar a su gobierno.

Al principio, los académicos franceses fueron destinados a la sede del instituto en El Cairo, pero otros empezaron a viajar por todo el país para cumplir con sus obligaciones. Uno de los miembros, Dominique-Vivant Denon, era aristócrata y diplomático, además de escritor de novelas libertinas y consumado artista plástico. Durante su estancia en Francia, había sido un asiduo de los salones de Joséphine de Beauharnais, la mujer que se convertiría en la primera esposa de Napoleón. Después de que Napoleón le convenciera para que se uniera a la expedición egipcia, Denon acompañó al general Desaix al Alto Egipto, donde dibujó y recogió datos sobre numerosos monumentos faraónicos de la región. Cuando Napoleón regresó a París en 1799, Denon volvió con él y comenzó a trabajar en un libro sobre sus aventuras egipcias.

En 1802 Denon publicó Viajes por el Bajo y el Alto Egipto, que se convirtió en un éxito arrollador. Su prosa vivaz mezclaba la narración de una campaña militar con la descripción de misteriosos lugares antiguos en una tierra lejana. Las ilustraciones de Denon eran notables para su época. Viajes por el Bajo y el Alto Egipto contenía más ilustraciones que ningún otro libro anterior. Aunque no había precedentes en cuanto al número, el tamaño y la calidad de sus obras, tampoco los había en cuanto a la temática. Los monumentos egipcios que dibujó -los Colosos de Memnon, el Templo de Hathor y la Esfinge de Giza- nunca se habían visto con tanto detalle. Su belleza y distinción cautivaron a Francia, y el público se quedó con ganas de más.

Denon dedicó su obra a Napoleón, y el libro transformó la opinión local. Napoleón pasó de ser asociado al fracaso de una campaña militar al líder que expuso el poderío y la grandeza del antiguo Egipto, una civilización tan influyente como la Grecia y la Roma clásicas. Denon se convirtió en director del Museo Central de las Artes (el futuro Museo del Louvre) y mandó diseñar todo tipo de objetos de lujo a partir de los dibujos que había traído de Egipto. Vajillas, muebles, papeles pintados y otros artículos se decoraron con esfinges, obeliscos o palmeras, imágenes exóticas que sirvieron de propaganda a Napoleón.

Victorias británicas, pérdidas francesas

Tras el regreso de Denon del Alto Egipto en 1799, Napoleón envió más eruditos a la región para que siguieran investigando las antigüedades egipcias. A pesar de la agitación militar, los eruditos franceses pudieron trabajar con relativa seguridad porque fueron escoltados a cada monumento y vigilados durante sus exámenes. Los investigadores tomaron numerosas notas, recogieron diversos artefactos e hicieron cuidadosas observaciones y mediciones detalladas.

Tras regresar a El Cairo, esperaban embarcarse inmediatamente hacia Francia con su colección, tal y como había ordenado Napoleón antes de abandonar el país. Pero la rendición francesa a los británicos cambió las circunstancias: Los comandantes británicos exigieron que los franceses entregaran todas las antigüedades que la comisión había recogido, incluida una estela de piedra negra con inscripciones que los soldados franceses encontraron en Rashid en junio de 1799. Aunque su aspecto era bastante discreto, la aparición de inscripciones jeroglíficas, demóticas y griegas en ella resultaba intrigante. Los franceses se vieron obligados a renunciar a ella (junto con todo lo demás), y así fue como la famosa Piedra de Rosetta y otros tesoros egipcios acabaron en manos británicas.

La comisión luchó con éxito para conservar su documentación. El naturalista francés Étienne Geoffroy Saint-Hilaire amenazó con quemar todo antes de entregarlo a los británicos. Como parte de su amenaza, comparó la posible conflagración con la pérdida de la gran Biblioteca de Alejandría. Su táctica funcionó: Los británicos cedieron y permitieron a los franceses conservar sus notas.

Una publicación colosal

Unos meses después del regreso de los expedicionarios a Francia, Napoleón ordenó que las investigaciones de la comisión de eruditos en Egipto se publicaran en una gran obra impresa. Se trataba de una empresa masiva, que tardaría años en completarse. La obra multivolumen resultante alimentaría el apetito francés por el antiguo Egipto, iniciado por el libro de Denon.

En 1809 había 36 personas implicadas en la redacción de la obra y hasta cien grabadores que se encargaron de crear las ilustraciones. El plan preveía cerca de 900 planchas de cobre con más de 3.000 figuras. El geógrafo Edme-François Jomard fue uno de los directores del proyecto de la enorme obra y dirigió el comité encargado de asignar los temas, recibir los borradores y editarlos. El comité también se aseguró de que el texto se coordinara con las imágenes creadas especialmente para el volumen. El sistema no difería mucho de las revistas académicas actuales.

Los editores esperaban que la obra se publicara al mismo tiempo, pero Napoleón, ya coronado emperador, se impacientaba. Para apaciguarlo, decidieron empezar a publicar en serie en volúmenes separados en 1809. La Descripción de Egipto, o colección de observaciones e investigaciones realizadas en Egipto durante la expedición del ejército francés, publicada por orden de Su Majestad el Emperador Napoleón el Grande, consta de 22 volúmenes: nueve libros de texto y 13 de láminas, ilustraciones y mapas. Los volúmenes comenzaron a publicarse y continuaron incluso después de que Napoleón estuviera fuera del poder. Tras la reinstauración de la monarquía en 1814, el rey Luis XVIII decidió seguir trabajando en la publicación porque era una insignia evidente del orgullo nacional francés. El equipo terminaría el conjunto de obras en 1828, tras la publicación de los mapas, que fueron los últimos en publicarse porque en su día fueron considerados alto secreto por el gobierno.

El prefacio de Joseph Fourier enmarcaba el antiguo Egipto como cuna de la civilización (un concepto bastante nuevo, concebido a finales del siglo XVIII) donde se alzaban las pirámides, habían estudiado los grandes pensadores griegos y había gobernado el gran Alejandro. Pero también escribió: «Este país, que ha transmitido sus conocimientos a tantas naciones, está actualmente sumido en la barbarie», de ahí la supuesta necesidad de la conquista francesa que pretendía -así se afirmaba- devolver a Egipto los beneficios de una civilización que él mismo había creado.

Puntos fuertes y débiles

El contenido de la Descripción de Egipto se divide en tres grandes secciones: antigüedades, historia natural y estado moderno, con volúmenes de texto e imágenes para cada una de ellas. Más de la mitad de la obra está dedicada al pasado y muestra cómo la historia no contada de los faraones había cautivado la imaginación de los eruditos. Sus incipientes interpretaciones históricas se vieron obstaculizadas por la incapacidad de comprender los jeroglíficos, lo que impidió la creación de una presentación cronológica. Los dos primeros volúmenes estaban organizados geográficamente, de sur a norte, desde la isla de Philae en el Alto Egipto hasta el Delta del Nilo. En el tercer y cuarto volumen, los artículos se organizaron por temas. Los estudiosos intentaron comparar las narraciones de los autores clásicos con los restos de los monumentos egipcios aún visibles.

Para muchos estudiosos modernos, el valor más perdurable de esta obra reside en las ilustraciones, por su fidelidad y dimensión estética, acentuada por su enorme tamaño. Marcan el inicio de la arqueología académica en el valle del Nilo. Los planos topográficos son excepcionales. Hay planos, alzados, secciones y medidas precisas de los monumentos. El objetivo era facilitar su estudio sin necesidad de viajar a Egipto. Una veintena de los edificios representados han desaparecido y lo único que queda de su aspecto son las figuras y las explicaciones de la Descripción.

La expedición francesa de Napoleón marcó el punto de inflexión en el que el público europeo y la imaginación académica se obsesionaron con la exploración del antiguo Egipto. El descubrimiento de la Piedra de Rosetta en 1799 llevó a Jean-François Champollion a descifrar los jeroglíficos en la década de 1820. Su trabajo fue la clave para una nueva comprensión de la antigua civilización egipcia, ya que los estudiosos pudieron interpretar mejor los monumentos y las antigüedades, dando lugar a una interpretación más detallada de esta colosal potencia antigua y de su pueblo.

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